EL GERENTE DEL SIGLO
XXI
El referido consultor, dice que el gerente
actual está obligando a pensar rápido, afrontar los cambios y evitar la
obsolescencia que trae consigo internet, la globalización, tecnología, alianzas
estratégicas, apertura de mercado, etc. Esta modificación de la economía
mundial ha hecho crecer la competencia que exige al gerente introducir y
aprovechar cambios en la forma de administrar las empresas, tales como:
1.
Estructuras organizacionales más ágiles.
2.
Apalancarse por medio de un excelente servicio.
3.
Aprovechar las ventajas competitivas.
4.
Madurez del mercado.
5.
Diversificación de productos.
Prosigue
el referido consultor, diciendo que el nuevo gerente debe poseer nuevos
conocimientos y actitudes para afrontar los cambios, con un perfil como el
siguiente:
1.
Poseer los conocimientos y madurez académica para cumplir a cabalidad con todos
los proyectos que se le asignen.
2.
Tener habilidades en la conducción de equipos de trabajo y convertirse en un
líder.
3.
Ser una persona positiva, tener carácter y autoridad con su equipo; pero,
además, reconocer y felicitar cuando las cosas se hacen bien.
4.
Maximizar los valores éticos y morales, promover el respeto por el ser humano,
complementar las acciones con el buen ejemplo, tanto en el ambiente laboral,
como en el social y familiar (ser siempre la misma persona).
Para
cumplir con ese nuevo rol, el nuevo gerente debe romper tres paradigmas de la
gerencia basada en las viejas costumbres:
1.
La administración de personal basada en el castigo, la persecución, la
intolerancia y el regaño constante. Eso lo llevaría a trabajar con un equipo
desmotivado que no lo apoyaría. Por el contrario, el gerente actual tiene que
contagiar a sus colaboradores de entusiasmo, enseñarles a planificar y
organizar eficientemente su trabajo y lograr que cada día lleguen deseosos de
enfrentar los nuevos retos.
2.
Dedicar demasiado tiempo a pequeños detalles, desconfiando de lo que hacen sus
colaboradores. Eso le obliga a hacer el trabajo de otras personas, dejando de
lado los aspectos relevantes, creando “estrés” en el equipo, duplicación de
funciones y hasta dualidad de mando.
3.
Dejar de correr ante lo urgente. La administración fracasa cuando lo urgente no
da tiempo a lo realmente importante.
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